jueves, 21 de septiembre de 2017

Una fecha para el sismo.(Primera parte).



Una fecha para el sismo.
«2017, 19 de septiembre.»

No fue fácil descender por las escaleras de la casa, el movimiento telúrico me lo impedía. Le grité a mi esposa, ella se encontraba en la planta baja, impresionada. La tomé de la mano y como pudimos alcanzamos la puerta principal, no sin antes mirar como las cosas se caían a nuestro paso…
Nos paramos a la mitad de la calle, la gente abandonaba por seguridad sus hogares; muchos gritaban. El sismo se sentía muy fuerte. —¡¡¡los niños!!!— Me gritaba mi esposa, refiriéndose a nuestros hijos.
—¡Cálmate, necesito que te calmes para poder ir por ellos!— le dije mientras muchas personas corrían hacia los colegios… —¡Rodrigo, me preocupa Rodrigo!— Se refería a nuestro hijo mayor quien se encontraba en la Universidad, a dos horas de camino.
—¡Él estará bien, confía!— mi esposa me veía, pero parecía como si no me escuchara. —¡Quédate aquí— le dije, mientras ella sólo repetía el nombre de nuestros hijos.
—¡No, yo voy contigo!— me dijo sin soltarse de mi mano.

Corrimos dando tumbos pues el movimiento de la tierra no cesaba. Cada instante era valioso. Llegamos a la escuela primaria, ubicada a escasas dos calles de nuestro domicilio. La puerta estaba cerrada. Algunos padres empezaron a golpearla para que fuera abierta. El tiempo parecía nuestro enemigo, y los gritos de la gente desesperada entorpecían cualquier acto razonable.
—¡Necesito que estés en calma, voy por Robertito a la secundaria!— Se trataba de mi hijo el de en medio. Corrí tan rápido como pude… cinco largas e interminables calles. Así me parecían. El sismo había cesado.
Al llegar, las puertas de la escuela se encontraban abiertas... —¡Calma, sus hijos están bien, calma, necesitamos que entren en orden!— nos indicaba uno de los docentes. Todos los alumnos se encontraban sentados en el suelo del patio principal. El ruido de las voces era incesante. Los maestros intentaban organizar el evento.
—¡Van a pasar en orden por sus hijos— Gritó uno de los maestros, pero el nerviosismo pudo más que la cordura.
—¡Acá estoy, papá!— Escuché gritar a mi hijo. Después de confirmar que él se encontraba bien nos retiramos de inmediato.

Intercambiábamos comentarios mientras corríamos de regreso a la primaria… —¡¿Mi mamá y Mili (mi hijo menor) cómo están?!— lo puse en antecedentes en lo que seguimos corriendo hasta llegar a la primaria…

—¡Don Roberto, su esposa ya se llevó a su hijo!— me dijo una de las maestras.

Corrimos hacia la casa, mi esposa y mi hijo ya nos esperaban de pie sobre la banqueta. Nos abrazamos. Al entrar, lo primero que vimos fue el agua de la cisterna. Se había desbordado. Algunos cuadros de la pared estaban en el suelo. No había suministro eléctrico, tampoco servicio telefónico.
El impacto del sismo se había sentido más fuerte que el de los días pasados, al menos eso nos pareció. El ulular de las sirenas se escuchaba por todas partes y un par de helicópteros se avistaban sobre nuestro vecindario.
Pensábamos en Rodrigo, nuestro hijo, en nuestras familias. Era evidente que se trataba de una desgracia similar a la de 1985…





Continuará...



-Con respeto. México, una nación sumergida en la desgracia



by Roberto Soria - Iñaki

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