«Necedad…» Así
le llaman algunos a la insistencia de dar sin recibir algo a cambio. —¡Eres un
animal en peligro de extinción!— me grita desde el fondo del salón una de mis
alumnas. La miro complacido.
La clase de hoy incluyó
filosofía empresarial —profesor, ¿podríamos alargar la clase con usted hasta diciembre?—
Se trata de Patricia, mujer que se convence en cada sesión de que la perseverancia
trae consigo un premio. La miro sonriente. Ella entiende mi mirada, sabe que
sería un placer continuar con la enseñanza pero…, ya no depende de mí.
Los cursos están por
concluir. «Valió la pena.» Me digo…
Los conocimientos transmitidos hacen gala de presencia. El grupo se lleva lo mejor
de mí; el esfuerzo, mi cariño, la esperanza.
No, definitivamente no es fácil
para muchos emprender el camino hacia la independencia, sobre todo en un país
en donde la apuesta por la impunidad y la ignorancia se convierte en
distintivo, agravando la pobreza extrema.
—¡¿Qué nos depara el
destino, profesor?! ¡Si el puñetero gobierno nos ha sumergido en la mierda!—
comentario lleno de impotencia de otra de las compañeras. Apunto con el índice
mi sien derecha… «Piensa», digo para
mis adentros.
—El cambio está en cada una
de ustedes— el silencio envuelve al aula, mi voz retumba en la pizarra —el
problema de nosotros es la compasión, rompamos paradigmas, la autosuficiencia
las espera. No tengan temor al fracaso, un negocio bien estructurado suele
traer recompensa—. Se quedan pensativas.
Qué difícil es romper
esquemas de esclavitud. Aves encerradas en jaula abierta, mujeres temerosas de
emprender el vuelo, acostumbradas al yugo patriarcal que las aqueja, maltratadas
por lo menos…, psicológicamente.
«¡Una,
con una que lo entienda me daré por bien servido!». Es
lo que me digo al iniciar mis clases.
La jornada termina. Camino
hacia la parada del transporte público. El autobús se detiene, ocupo uno de los
asientos disponibles. Abrazo mi mochila, mi teléfono móvil suena. Se trata de
una de mis alumnas… —¡Muchas gracias, profesor!— es un mensaje de texto, corto,
acompañado de uno de esos emoticones sonrientes —¿por qué?— le pregunto de
inmediato —porque por primera vez puedo valerme por mí misma.
Sonrío al tiempo que mi
mente construye una frase… «Mujer, cuando
aprendas a valorar el potencial que tienes, ese día, tu fuerza de voluntad
habrá vencido.»
Roberto Soria - Iñaki
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