viernes, 30 de junio de 2017

El soneto de la Cava



—La taberna está vacía, caballero—. Dijo el barman en su intento por romper el gran silencio que permeaba en el ambiente. El hombre que se apostaba en la barra jugueteaba con un vaso entre sus dedos.
—Ella brindaba con Cava…, —balbuceó sin levantar la mirada. —¿Perdón? —la mujer que tanto quiero, amigo, a ella le gusta del Cava. No le apetece del Ron. —¿Quiere que sirva otro trago?—. Se acomidió el tabernero al tiempo que secaba los restos de la humedad que había dejado el vaso sobre la noble madera.
El hombre no respondió, hurgó con la mirada cada uno de los cuatro muros en el interior. —El enorme tocadiscos, ¿aún funciona? —Sí, señor ¿desea escuchar algo? —¿Tienes canciones de Arjona? —¡¡¡Por supuesto, patrón, las que quiera!!! —Señora de las 4 décadas, pero antes de ponerla sírveme otro trago doble, por favor.
La música se presentó, acompañada de luces multicolores que se desprendían del viejo reproductor. El hombre bebió hasta el fondo el contenido de su vaso, consciente de que eso ayudaría para que su garganta abriera…, el barman depositó los codos sobre la barra, escuchándole cantar entre desgarros acompañando la letra.
Al término de la canción el hombre se cruzó de brazos, con la cara levantada como mirando en la nada. —¿Le ha dejado esa mujer?—. Le preguntó el cantinero, habituado a escuchar de desamores —No, la he perdido que es diferente. Aunque a veces me pregunto, ¿cómo he podido perderle? Si yo nunca la he tenido, si mis ganas por mirarla construyeron nuestro nido. Los sueños que edificamos nos arrancaban suspiros, y puedo decir que la tuve sin haberla conocido…
El amor, cantinero, eso es el amor. No necesité de un beso, tampoco de mil caricias, tan sólo me conformaba con tenerla entre sonrisas. Jugando como dos niños entre el tiempo y la distancia, sin comprender muchas cosas a causa de la ignorancia. Sí, la amé, la sigo amando, y pienso que siempre lo haré.
Las palabras, mi querido tabernero, se vuelven losa pesada —no lo entiendo, caballero, ¿cómo ha podido quererla sin haberla conocido?, —no tienes que comprender, yo solo sé lo que digo —¿quiere que sirva más Ron? —no, mejor algo de la Cava, para olvidar el dolor, de la mujer que me amaba.


Roberto Soria - Iñaki

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