Perdí mis tesoros
materiales, codiciados todos ellos, luego entonces los de carácter espiritual
llegaron, se arremolinaron en torno mío, me bordearon jubilosos de tal forma
que ya no pude ver las banalidades que me hicieron presa tantos años.
«Hemos sufrido tus desdenes pero aquí nos tienes, esperando con paciencia que
el vendaje de tus ojos se cayera.» Pronunciaron.
Me entregaron una lista en un trozo de mi piel ensangrentada: Familia, amigos,
salud, amor y no sé cuántas cosas más que venían numeradas. No pude continuar
con la lectura, mis ojos se nublaron. Nadie disputaba mis riquezas nuevas;
«sólo somos tuyas.» Vitorearon.
Y en un momento de reflexión profunda tuve la oportunidad de mirar
hacia el pasado, una voz conciliadora musitó muy convincente; «todo lo que ves
ahí era lo que poseías, te fue prestado para disfrutarlo un tiempo corto, tal
vez más del que en verdad te merecías.»
Junto a todas esas cosas había una maleta pequeña, con un diminuto letrero etiquetado
que citaba con precisión: «Cuando llegue tu momento harás un viaje, con esta
valija es suficiente, tu destino no requiere de rimbombante equipaje.»
Esa sentencia fue
determinante, en una especie de re-ingeniería emocional mi esencia se modificó
en el momento más álgido. Tomé consciencia del mundo corrompido que habitamos,
no todo era tan malo, me quedaba mi albedrío, libre y soberano, para elegir
entre la felicidad mundana, o vivir a plenitud junto a los seres que amo. Quizá
desnudo, pero con el corazón henchido de alegría, sin pensar en el mañana.
Perdí mis tesoros
materiales, codiciados todos ellos, luego entonces los de carácter espiritual
llegaron, se arremolinaron en torno mío, me bordearon jubilosos de tal forma
que ya no pude ver las banalidades que me hicieron presa tantos años.
«Hemos sufrido tus desdenes pero aquí nos tienes, esperando con paciencia que el vendaje de tus ojos se cayera.» Pronunciaron.
Me entregaron una lista en un trozo de mi piel ensangrentada: Familia, amigos, salud, amor y no sé cuántas cosas más que venían numeradas. No pude continuar con la lectura, mis ojos se nublaron. Nadie disputaba mis riquezas nuevas; «sólo somos tuyas.» Vitorearon.
Y en un momento de reflexión profunda tuve la oportunidad de mirar
hacia el pasado, una voz conciliadora musitó muy convincente; «todo lo que ves
ahí era lo que poseías, te fue prestado para disfrutarlo un tiempo corto, tal
vez más del que en verdad te merecías.»
Junto a todas esas cosas había una maleta pequeña, con un diminuto letrero etiquetado que citaba con precisión: «Cuando llegue tu momento harás un viaje, con esta valija es suficiente, tu destino no requiere de rimbombante equipaje.»
Esa sentencia fue
determinante, en una especie de re-ingeniería emocional mi esencia se modificó
en el momento más álgido. Tomé consciencia del mundo corrompido que habitamos,
no todo era tan malo, me quedaba mi albedrío, libre y soberano, para elegir
entre la felicidad mundana, o vivir a plenitud junto a los seres que amo. Quizá
desnudo, pero con el corazón henchido de alegría, sin pensar en el mañana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario