viernes, 13 de enero de 2017

Maldito Poder


Mis tesoros



Perdí mis tesoros materiales, codiciados todos ellos, luego entonces los de carácter espiritual llegaron, se arremolinaron en torno mío, me bordearon jubilosos de tal forma que ya no pude ver las banalidades que me hicieron presa tantos años.

«Hemos sufrido tus desdenes pero aquí nos tienes, esperando con paciencia que el vendaje de tus ojos se cayera.» Pronunciaron.


Me entregaron una lista en un trozo de mi piel ensangrentada: Familia, amigos, salud, amor y no sé cuántas cosas más que venían numeradas. No pude continuar con la lectura, mis ojos se nublaron. Nadie disputaba mis riquezas nuevas; «sólo somos tuyas.» Vitorearon.


Y en un momento de reflexión profunda tuve la oportunidad de mirar hacia el pasado, una voz conciliadora musitó muy convincente; «todo lo que ves ahí era lo que poseías, te fue prestado para disfrutarlo un tiempo corto, tal vez más del que en verdad te merecías.»

Junto a todas esas cosas había una maleta pequeña, con un diminuto letrero etiquetado que citaba con precisión: «Cuando llegue tu momento harás un viaje, con esta valija es suficiente, tu destino no requiere de rimbombante equipaje.»



Esa sentencia fue determinante, en una especie de re-ingeniería emocional mi esencia se modificó en el momento más álgido. Tomé consciencia del mundo corrompido que habitamos, no todo era tan malo, me quedaba mi albedrío, libre y soberano, para elegir entre la felicidad mundana, o vivir a plenitud junto a los seres que amo. Quizá desnudo, pero con el corazón henchido de alegría, sin pensar en el mañana.

Perdí mis tesoros materiales, codiciados todos ellos, luego entonces los de carácter espiritual llegaron, se arremolinaron en torno mío, me bordearon jubilosos de tal forma que ya no pude ver las banalidades que me hicieron presa tantos años.

«Hemos sufrido tus desdenes pero aquí nos tienes, esperando con paciencia que el vendaje de tus ojos se cayera.» Pronunciaron.

Me entregaron una lista en un trozo de mi piel ensangrentada: Familia, amigos, salud, amor y no sé cuántas cosas más que venían numeradas. No pude continuar con la lectura, mis ojos se nublaron. Nadie disputaba mis riquezas nuevas; «sólo somos tuyas.» Vitorearon.

Y en un momento de reflexión profunda tuve la oportunidad de mirar hacia el pasado, una voz conciliadora musitó muy convincente; «todo lo que ves ahí era lo que poseías, te fue prestado para disfrutarlo un tiempo corto, tal vez más del que en verdad te merecías.»

Junto a todas esas cosas había una maleta pequeña, con un diminuto letrero etiquetado que citaba con precisión: «Cuando llegue tu momento harás un viaje, con esta valija es suficiente, tu destino no requiere de rimbombante equipaje.»

Esa sentencia fue determinante, en una especie de re-ingeniería emocional mi esencia se modificó en el momento más álgido. Tomé consciencia del mundo corrompido que habitamos, no todo era tan malo, me quedaba mi albedrío, libre y soberano, para elegir entre la felicidad mundana, o vivir a plenitud junto a los seres que amo. Quizá desnudo, pero con el corazón henchido de alegría, sin pensar en el mañana.

martes, 10 de enero de 2017

Mudanzas

Y aquí me tenéis de vuelta, con menos tiempo que otros días, resolviendo mis dilemas. ¡Mudanzas! Vaya lío. Contratar el nuevo piso, verdadero caos; el pintor, adquirir los servicios. Por cierto, algo menos sencillo que conseguir a mi cantante de moda favorito para endulzarme el oído.
Las cajas ¡Jolín! ¡¿De dónde salen tantas cosas viejas?! Con seguridad del rincón de los olvidos. El invierno en su apogeo, cuyo regalo me dejó un resfrío con tintes de neumonía. Mis amigos, ja, me dejaron en espera de su ayuda —No te fíes, las personas son ingratas—. Diría mi ángel guardián. Así que me puse las pilas dando inicio a una lucha simulada.
Batalla cuerpo a cuerpo con los muebles que en cada round me dejaban dolorida —¡Calma!, no corras, sonríe, canta, baila. Ya verás que te resulta divertido—. Susurraba mi consciencia, en intento por pintar de rosa lo que yo miraba negro —Mujer de poca fe, ya verás que todo saldrá bien, he pedido para que te llegue ayuda—. Insistía mi subconsciente. Y sí, acudieron quienes menos esperé.
Agradecida estaba, aunque también contrariada, pensando que después de todo no debo ser tan mala. Ocurrió lo inesperado, el móvil se me partió, me quedé sin WiFi, y por si fuera poca cosa la monta de los muebles adquiridos me aguardaba, ja, como si yo fuera una experta en armar estas cosas —¡Calma!, todo será una hermosa experiencia—. Insistía mi conciencia. Yo tan sólo sonreía, no sé si por mi nerviosismo o por el desorden de las cosas que a mi paso amenazaban.
Extrañaba mi pasado, a todos los que me ayudaban. Los cables se me cruzaron al no encontrar cuadratura en tan enfadosa escena. Pensé en mi ángel, y como por arte de magia se puso al punto en mi mente —Zona de confort—. ¿Qué? —Eso que extrañas—.¡¿De qué hablas?! —Escucha, estoy contigo, mi ayuda no es terrenal. Cuando termines la faena que te ha sido encomendada comprenderás lo que digo —¡No quiero comprender, jolín, lo que necesito es ayuda! Pensé.

***

Hoy casi termino, aunque falta mucho orden a las cosas me encuentro en el nuevo piso, con una vista exterior que se enmarca fabulosa, alumbrada por la luna. Miro la butaca que me sirviera de cama, acaricio mi colchón, y veo todas las cajas apiladas en espera de ser abiertas y dar comienzo a la danza. Una lágrima resbala en mi mejilla, dilema entre distinguir si por tristeza, o por sentirme orgullosa como dicta mi consciencia —Eres fuerte, una guerrera. No es la mudanza del piso la que dejará lección, abre tu mente, lo mismo que el corazón—. Esa vocecilla resonaba en mi cabeza, con esa parábola difícil de entender, pero que me inspira fortaleza, que me hace ponderar el esfuerzo que demanda cualquier cambio, sobre todo, el cambio de uno mismo.

Roberto Soria - Iñaki

Escritores, plumas y tinteros


miércoles, 4 de enero de 2017

La Prinesa Yaseve















Cuando las imágenes hablan por sí solas, no hacen falta las palabras. Homenaje a una gran escritora, mujer extraordinaria


Con amor y respeto

Roberto Soria - Iñaki