Me despertó el color de la noche turbulenta
y al experimentar lo espeso de su negrura cruda
extendí los brazos en un acto de ternura
hasta perderme en su profundidad inmensa.
Luego entonces la pasión alborotada
asió mis manos en un acto de cordura
le bisbiseo a mi angustia con palabras de dulzura
que le tomara ardiente como el tigre a su presa.
Heme aquí, me dijo complacida
soy la sombra del amor que te atormenta
y aunque es cruenta la batalla sostenida
vengo a ti para entregarme pura.
El silencio fue testigo del hartazgo
ni siquiera reparamos en el tiempo
un suspiro nos llenó una copa
para bebernos el placer a ritmo lento.
No había freno para detener la inercia
ni reclamos para aminorar el fuego
sólo sé que me perdí en la anchura
del torbellino ardiente que acompañaba al ego.
Enajenado por la sensación descrita
la llevé hasta el centro del universo encima
y en el fulgor de las estrellas, preso
me refugié en su plexo para sentirle viva.
Más una voz interrumpió mi sueño
me dijo, ¡iluso que abusaste de tu suerte!
no tengas miedo y quédate a mi lado
oye el silencio que trajo para ti la muerte.
Roberto Soria - Iñaki
La vida nos grita, reclama, pero muchas veces no escuchamos, ciegos y sordos nos volvemos mudos ante el dolor implacable que provoca la equivocación de una quimera.
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